Mi propio espacio para decir lo que pienso, acerca de muchas cosas ... y lo mejor, sin censura!!!

lunes, 30 de enero de 2012

Mi verano naranja (décima columna oficial)

Querámoslo o no se acerca a pasos agigantados la estación del año que todos esperamos, pero que al mismo tiempo tememos. Las altas temperaturas nos hacen usar ropa más ligera, y largarnos a esas rutinas diarias de sol y playa.

Somos privilegiados, tenemos playas maravillosas, comenzando por Cavancha, nuestra carta de presentación en el resto del país y en el mundo. Y es precisamente donde concurrimos en masa cuando “las calores” comienzan a incomodarnos en nuestras casas.

Pero, eso de ir a la playa, lejos de ser in relajo, se ha transformado, al menos para nosotras las iquiqueñas en un suplicio, una tortura que comienza más o menos en septiembre, luego de los asaltos de Fiestas Patrias y que nos conduce, también en masa a los gimnasios o para las de menos presupuestos a correr, también por Cavancha. Y nos encontramos con que todas las noches este hermoso lugar se sobrepobla de “deportistas” que sudando llegan desde el Casino hasta “La Punta”, con la ilusión de lograr llegar al peso ideal, ese que te de la posibilidad de usar tu tan soñado Bikini.

Pero como el deporte se nos hace poco, nos vemos envueltas en una vertiginosa búsqueda de la pastilla mágica, la famosa adelgazante. Esa que te promete inhibir el apetito, quemar grasas, abdomen plano y hasta un bronceado perfecto. Y no nos interesa si es en una cadena de farmacias, en la naturista, o en los puestos del mercado, donde la encontremos, la idea es tenerla, tomarla sagradamente y esperar impacientes los resultados y evitar el llamado, Efecto Rebote. (Ilusas)

Y como si el deporte y las pastillas no fueran suficientes, nos inventamos una dieta. Y como sufrimos con esas dietas, porque eliminamos de forma tajante nuestras grandes tentaciones, las pizzas, los churrascos, las papitas fritas y todas esas cositas ricas que de aburridas nos comemos en cantidades astronómicas. Lo peor es que cuando logramos dominar esa bestia interior que nos ruge de hambre durante días, no falta la amiga regia esbelta (maldita) que nos telefonea, invitándonos a salir. Y dónde nos invita? A comer sushi, y cómo vas a decir que no, a esos rollitos de arroz con queso crema, salmón, palta (mierda me esta dando hambre!) y el infaltable happy hour, una mezcla de carbohidratos, grasa y alcohol que indudablemente no queremos de vuelta en nuestra vida. En el peor de los casos decimos que sí y mientras comemos y bebemos, lejos de divertirnos, vemos pasar por nuestra mente esa bendita lista de calorías y luego comenzamos, de forma casi matemática, a calcular los kilos que subiremos solo con esa pequeña e inofensiva salida nocturna, nos vamos derrotadas a casa, quejándonos de nuestra debilidad de espíritu y de lo mala amiga que es esa flacuchenta que no se preocupa de nada más que de elegir el color de su bikini.

Y así pasan los meses y por más que nos pesamos sagradamente, cada una hora, el peso no ha variado y aunque tus amiguis te dicen que estás flaca, tu sigues viendo a la misma modelo extra linda en tu espejo. Aquí es cuando entran en juego las cremas reductoras, esas que cuestan carísimas pero que son nuestro ultimo esfuerzo.

Llegó Diciembre y ya no soportamos el calor, algunas ya piensan en abandonar la pelea, otras se mantienen firmes y creen en un milagro. Comienzan las festividades de fin de año y los asaditos con piscina, los paseos de amigos y familia se hacen abundantes y no sabes aun si insistirás en el traje de baño de dos piezas (ese del que tienes fotos y fotos) o el entero (que por mas estiloso que sea, sigue siendo para gordis), sólo sabes que por mientras el pareo que te cubre desde el cuello hasta los tobillos no te lo sacan ni con la fuerza publica.

Inexorablemente llega el verano, y no puedes inventar más excusas para no sacarte la ropa en la playa. Demás está mencionar que contra todo pronóstico te compraste el dichoso bikini. Todas tus amigas (sí, esas que has llegado a convencerte viven de agua y lechuga) ya están en el agua disfrutando y tú sudando como puerco debajo del quitasol. Comienzas por sacarte el short y ahí sientes, imaginariamente, todos los ojos de los bañistas sobre ti. Tendré celulitis, mmm deben ser las estrías, uuuu ese tipo de allá se esta riendo de mi. Te armas de valor, comienzas a sacarte la camiseta, con miedo de hacer el ridículo. Bien, ya nadie mira, quizás es tu imaginación. Y mientras t dispones a pararte para caminar rápidamente a la orilla… pasa una gorda 10 veces tu talla con un bañador diminuto, feliz paseando sus enormes curvas y eclipsa tu gran momento.

Chicas, mientras nosotras nos preocupamos del peso, ellos no están pensando en cómo nos veremos, ni en bajar esa enorme ponchera que llevan por delante. Están planificando una suma inimaginable de asados, en beber cuanta cerveza sus vejigas les soporte y en todas las pichangas que puedan jugarse.

Sí, estoy haciendo ejercicio, estoy tomándome unas pastillas tres veces al día y a ratos intento hacer una estricta dieta. Pero ojo, por mi y no por ellos.

Saben por qué? Porque se acerca mi verano naranja y voy a pasarlo bien.

Me lleva por quina (novena columna oficial)

Sí, soy iquiqueña y no, no tengo auto. Primera declaración para quienes se lo pregunten a medio leer esta columna. Y no es que reniegue de mi ciudad, a la que amo con todo mi corazón. Pero de que estamos rodeados de flojos lo estamos.

Para quienes andan “a pata” como yo me entenderán, los que tienen su tocomocho, hagan el ejercicio un par de días y terminarán dándome la razón (plis, deje su comentario para saber que en verdad tengo la razón).

Iquique es la ciudad que más automóviles tiene, es cosa de mirar fuera de las casas más humildes que, aun siendo de Cholguán, tienen su joyita estacionada en la puerta. Y como el iquiqueño es ingenioso (más que cualquier otro chileno), para invertir su platita en algo rentable ¿qué hace? Se compra un colectivo y lo maneja en sus ratos libres o simplemente contrata a alguien que le haga la pega. Entonces nos encontramos con un alto flujo de autos negros con techo amarillo (taxis) o negro entero (colectivo) paseándose… perdón, trabajando por las callecitas de nuestra hermosa ciudad.

Aquí es donde parte esa molestia generalizada en nosotros los iquiqueños, y digo nosotros porque Twitter que todo lo dice me ayudó a descubrirlo. La gran pregunta es ¿para dónde van los colectivos que, estando desocupados, te dicen que no cuando los paras?

Todos los que trabajamos cumplimos un horario y tenemos obligaciones que debemos cumplir en ese horario, sacar la vuelta a veces resulta imposible, como en mi trabajo por ejemplo. Así mismo estos maestros del volante se podría decir que desde que se salen de su casa con la consigna “voy a trabajar” y se suben a su instrumento de trabajo, hasta que llegan a su casa con la recaudación diaria, entendemos que están en su horario laboral; y por ende, deben hacer su pega, cual es trasladar a quienes celebren con ellos ese contrato consensual de transporte del cual alguna vez ya hable en una columna vieja de mi blog. (jejeje deben leerlo)

Luego nos encontramos con estos “sacadores de vuelta” que sólo dan vuelta por la ciudad esperando el recorrido perfecto, para decir “sí”. Pero y quienes tenemos que ir a Zofri, al sector sur, al Hospital ¿qué hacemos? Tenemos que esperar que un taxista de buen corazón nos diga “bueno, pero voy a tal parte primero”.

Me ha tocado escuchar muchas veces en la radio política que escuchan en mi casa los descargos de los taxistas y colectiveros de la ciudad, donde reclaman porque sube la bencina y aun se mantiene la tarifa de hace no sé cuántos años. Y cómo no les va a preocupar si gastan bencina sin trabajar. Señor, trabaje como corresponde, si le toca ir a Chuchunco piense que es trabajo y el trabajo dignifica, y no gastará bencina inútilmente.

Y en esta variopinta fauna de colectiveros, también encontramos a los resentidos, esos que se suben al auto pensando en que odian su pega y tratan de hacérselo saber a quien tiene la mala suerte de subirse por casualidad a su vehículo. Así encontramos desde el que se lamenta de su mala suerte de ser taxista hasta el que te reclama porque le pagaste con 2 lucas y viene recién saliendo y no tiene vuelto. Otras veces el primer caso se confunde con el segundo y nos resulta un taxista resentido de quizás qué cosa y como está enojado no lleva a nadie y gasta su bencina en dar vueltas y luego reclama.

Como no soy de las que se queda callada, muchas veces le he pelado el cable al amable que luego de 10 “no” me lleva a mi casa sin reclamar. Típico que te dicen “pero señorita usted si ve que viene vacio tiene que subirse nomás y si le dice que no le toma la patente y lo denuncia en la Seremi”… seamos realistas, quién se da la paja de anotar 20 patentes diaras y llevarlas sagradamente a la dicha oficina para que los multen? Nadie! Y lo que es peor, nos quedaríamos sin locomoción colectiva durante unos cuantos días. Porque el que te aleona a que denuncies el día anterior se encasilló en alguno de los dos tipos de arriba.

Creo que más que denunciar deberíamos emplazar a la autoridad competente a fiscalizar realmente el servicio de locomoción colectiva, que realmente usan el colectivo para trabajar y no para pasearse con la patas negras, para hacer las comprar o simplemente para sacar la vuelta. O quizás realmente sea buena idea anotar las patentes, y organizar una demanda colectiva juntando las denuncias en una sola.

Como sea, creo que no tenemos que quedarnos callados, es una irregularidad y es necesario hacerla notar. Nos organizamos?

jueves, 4 de agosto de 2011

Sala de Espera (Octava Columna Oficial)

Una vez más estoy aquí, en esta sala de espera del servicio de urgencias. No, no estoy enferma; pero a la larga creo que terminaré con alguna patología digna de estudio. Entonces, se preguntará el señor lector ¿qué cresta hace ahí si no esta enferma? A lo que lógicamente me toca responder: trabajo aquí.

Realmente no es el mejor trabajo, pero debo ser agradecida, aunque mi sueldo si es reguleque, cada turno que he hecho aquí ha servido para que hoy les escriba esta columna.

No les voy a negar que cada turno es peor que el anterior, sin embargo siempre hay uno que salva, pero realmente lo interesante son las historias que he ido recopilando en esta salita olor a gripe y siempre atestada de gente. ¿comenzamos?

La mamá primeriza: esa que trae a su hijo, recién nacido, porque llora, duerme, se queja y así una larga lista de reacciones propias de un recién nacido. Pero que para esta mujer, precavida, constituye la más grave de las urgencias.

La mamá doctora: personaje que llegando el momento de mencionar los síntomas del paciente, te da un diagnóstico médico: “apendicitis”. Y te urge para que llames a la enfermera y le pasen rapidito al cabro chico so penas del infierno.

El afiebrado convulsionado: Siempre siempre es un cabro chico al que los papás dejaron que la fiebre le subiera de tal forma que llegan al estado de convulsionar. En estos casos llegan siempre con el niñito envuelto en frazadas (lo que aumenta la fiebre) y corriendo entran a la urgencia, con cara de circunstancia y sin decirte siquiera como se llama el paciente para hacerle una ficha de atención.

El marido de la embarazada: Son por lo general de clase alta y que durante todo lo que dura la atención te recuerdan que por estar embarazados tienen preferencia de atención, de pago, de ser prepotente y denostar a quien le esta prestando un servicio.

El extranjero: Con estos saque el magíster en lenguaje de señas, les preguntas en medio chileno medio tarzán, el por qué de su atención y te muestran la frente (fiebre), la guata (diarrea), mano en la boca (tos), se rasca el brazo (alergia) y así suma y sigue. Sin mencionar que también debo tener claro a cuánto está el dólar, porque no falta el pastel que no llega con peso chileno a atenderse.

H.I.: Esta sigla es de la jerga médica y viene a englobar a todos esos “pacientes” que consultan por mareos, dolor de cabeza, etc. Pero que realmente vienen por crisis de pánico y/o angustia, depresión o ingesta de medicamentos. Son los que más dan risa porque esconden sus patologías en otros síntomas.

Y he dejado para el último a mi clasificación favorita, los que me hacen tanto reir y al mismo tiempo tanto rabiar en este servicio de urgencia: el desubicado en tiempo y espacio. Este personaje, señores lectores se caracteriza por tener una enfermedad (muchas veces no es así) pero hace mucho tiempo, pero él espera hasta la madrugada para concurrir a la urgencia; encontrándonos consultas del tipo: fiebre desde la mañana (cuando el paciente es menor de 3 años me da rabia, viejas de mierda), diarrea hace 1 semana, caida con golpe en la cabeza el día anterior y, la más notable, sospecha de embarazo.

En estos casos, por lógica podrían esperar al día siguiente, total, ya aguantaron días así, pero no. Ellos llegan con total cara de enfermos, dolientes y casi moribundos a atenderse. Y salen iguales, pues no encuentran mas respuesta que una receta que siempre varia entre el ibuprofeno y el paracetamol… y qué más se puede hacer? Si el pobre cristiano ya se aguantó bastante.

Y mientras toda esta fauna espera su atención pasan frente a mi las situaciones más diversas y memorables que pueden suceder: peleas de qué niñito tiene más fiebre y por ende entrar primero, viejas llorando porque el pediatra X no le va a atender a su niñito sino el médico que viene más adelante, otras que reclaman que el servicio de urgencias deberia atender a todos rápidos pero viene a que al hijo le hagan examenes que demoran una hora o más, papás que para presionar para que le pasen rápido al niñito lo hacen vomitar o llorar en la sala de espera, viejas que te gritan porque no tienen a quien más atacar, discusiones, etc.

Pero si usted cree que eso es todo, está equivocado, porque el peor suplicio de este trabajo, es cuando “se cae el sistema”, porque lógicamente no podemos hacer el ingreso al programa que recepciona a los pacientes, por lo que hay que hacer esto a manito, con la consiguiente demora, las caras enojadas de los pacientes y la convicción de que llegando el sistema tienes que pasa toda esa pega al computador.

Es por eso, señor señorita, si usted que está leyendo, no se le ocurra trabajar en esta pega y si algún día llega al servicio a atenderse y me ve a mi trabajando, tome bien en consideración todo lo aquí leido. La advertencia está hecha.

Forever Alone: la secuela (séptima columna oficial)

Antes de comenzar a leer esta columna, queridos lectores, les advierto que ésta es una mala secuela de mi columna anterior. Así que si no la leyó, le recomiendo eche un vistazo antes de divertirse con lo que sigue.

Ya? Ahora comienzo. Después de darle vueltas y vueltas a ese afán de dejar la soltería, llegué a la siguiente conclusión: no estoy sola por que quiera, sino porque espero aun que aparezca un galán, un príncipe azul, de esos que cuando los ves en la calle, siempre siempre siempre andan con la mina regia al lado. Esos que no van a mirar jamás a esta pelirroja, metro y medio de estatura y mas bien rellenita.

Y entonces, hilando un poco más fino, recuerdo que me gustaba alguien, quien no se ajusta a ese perfil de hombre inalcanzable, es más bien terrenal, como yo. Hoy le pondremos un nombre: Fulanito de Tal. Les cuento de cuando lo conozco? Desde hace como unos 6 años, pero antes jamás me llamó la atención, además tenía polola y yo también tenía mi pololo.

Y las vueltas que da la vida, nos vinimos a encontrar años después, yo soltera y el en un dudoso estado sentimental. En su momento lo definí como “aun no olvido a mi ex que me hizo sufrir”. Obviamente y como sucede en todo orden de cosas en este siglo XXI, lo agregue a facebook y luego al msn.

Las primeras conversaciones eran ñoñas, no se po, del corte “mucha pega” o “qué estas viendo en la tele”. Eso dio paso en el corto tiempo a una confianza inmensa en él, le podía contar mis penas, mis ataos de mina, y él me aconsejaba ene. Recuerdo que una vez me dijo que no debía cambiar por nadie, sino sólo por mí.

Así, típico de mina sola, esa atención que él me prestaba me empezó a gustar y de a poco ese afecto que creía tenerle se volvió atracción. Andaba como cabra chica, esperaba que se conectara para hablar con él, y cuando estaba conectado no sabía qué decirle. Las conversaciones con webcam se demoraron súper poco, hablábamos hasta súper tarde. Era tanto que me compre una cámara nueva porque la mía daba jugo cada vez que la conectaba.

Un millón de veces le dije que saliéramos, que sería entrete vernos y que sólo así sabríamos si la atracción era real o no. Pero, porque con él siempre hay un pero, me salio con el típico “es que tu eres súper linda, pero no quiero engancharme” o algo así. Lo que me dejó claro sin palabras es que desde su última desilusión tenía mucho miedo de intentarlo.

Y acaso seré la mujer más mala del mundo? O acaso tengo fama de rompecorazones que este pobre cristiano tenia miedo hasta de fumarse un pucho en mi compañía?. Lo reconozco, tengo muchas cualidades, pero femme fatale no soy.

Igual seguíamos hablando y un día mientras me preparaba para salir estábamos conversando y le conté que mis amigas se habían echado pa atrás y que ya no sabía donde ir. En ese momento me invitó a su casa, y yo con cara de “queeee” le dije que bueno al tiro, no soy tonta tampoco. Me pasó a buscar en su camioneta y bueno, llegamos a su casa, conversamos un rato (wea mas incómoda no había vivido en harto tiempo). Cuento corto, vimos una película, luego cuando ya se hacía tarde vinieron los besos y… no, no paso nada más. Aunque debo confesar que sus besos aun los guardo frescos en mi memoria.

En este punto debo reconocer que le conté todo lo que pasó a mi mejor amiga, era que no, si el mino que me gustaba al fin después de harto rato se había escurrido. Pero no fue eso lo que mandó todo al diablo, sino que prontito se me comenzó a notar que me gustaba. A modo de ejemplo, cuando estaba cerca mío, mis neuronas quedaban en blanco, y de tan habladora y elocuente, quedaba muda, y si algo lograba decir, siempre era una estupidez máxima. El entorno en que nos desenvolvemos asumió cosas que no eran y llegaron a sus oídos comentarios de que yo hablaba de él y se molestó mucho. No sabe que jamás conté lo que les estoy confidenciando ahora, a la gente que nos conoce a los dos, sino solo a mi mejor amiga, que ni le habla ni lo conoce tanto como para molestarlo.

Luego de eso, las conversaciones no fueron las mismas, me aburría sobremanera su actitud tan tonta, su ser tan indiferente. Se lo dije muchas veces, otras tantas llegué a ser, a mi parecer, súper hiriente con él. Hasta que llegó a mis oídos, sin preguntar ni nada, que tenía polola. Realmente me sentí que todo este tiempo había sido el ser menos honesto del mundo. Deje de hablarle. Antes muerta que sencilla.

Pero el copete puede más que un enojo y termine enviándole un mensaje donde le decía el por qué de mi enojo, ahí sutilmente dejó entrever que no era cierto lo que yo decía. Tampoco lo desmintió, sino que me dijo que no tenía que creer todo lo que me dicen.

Ahora nuevamente estamos hablando, él sabe que me gusta y mucho, sabe que es muy por él que escribí mi columna anterior. Definitivamente sólo por él podría realmente dejar todos los privilegios de la soltería. No prometo nada más porque nunca sé a ciencia cierta cuando me dará un Olguita Marina.

Pero (ven que hay muchos peros con Fulanito?) creo que la forma de hacer las cosas que tengo yo no son las mismas de el chiquillo este, y difícilmente podré hacerlo cambiar de opinión. En pocas palabras, quiero dejar mi soltería sólo por él, pero no he hecho nada que me ayude. En definitiva, mientras no haga bien las cosas, seguiré estando yo en mi lugar y Fulanito por la vereda del frente.

¿Qué hacer? Piensa, Any, Piensa.

miércoles, 1 de junio de 2011

forever alone (sexta columna oficial)

Hoy lo he decidido, hay un montón de cosas que voy a cambiar en mi vida, la alimentación por ejemplo (quiero bajar unos cuantos kilitos, por salud más que por vanidad, nótese) y las horas de estudio diarias, para que el título llegue pronto. Pero lo más importante, voy a dejar de creerme el cuento que siendo soltera estoy mejor.

Dejando de lado los touch and go y los remember, desde hace ene tiempo que mi status paso de ser fuckin’ bitch a simplemente forever alone. Y haciendo memoria, la última relación seria que tuve, terminó hace unos 3 de años con el nacimiento de la Emi.

¿Qué se hace cuando la soltería se instaló con monos y petacas en tu vida, Cuando patudamente mueve las piezas de tu ajedrez a su antojo? Al comienzo le abrí la puerta, era lo mejor de la vida. No quería a nadie en mi vida haciendo desmanes con mi libertad de salir y de hacer lo que quisiera (siii, esa de la que les hablé la vez pasada).

Pero una se va sintiendo sola, veo a mis amigas, muchas casadas, emparejadas o simplemente pololeando. En mi casa el tema de mi soltería ya es tema de estado, “se te está pasando el tren” han dicho un montón de veces. La última vez alcancé a escuchar una conversación de mi abuela con una amiga donde le decía, “y como va a estar pensando en casarse si ni siquiera tiene un pololo, yo ya perdí la esperanza con esta chiquilla”.

Y con declaraciones como esas, no sé si es la soledad la que me mueve a cambiar mi situación sentimental o el deseo de agradar a quienes miran mi carnet con cara de preocupación. A la edad que tengo (no les diré eso aún) muchas mujeres disfrutan de su soltería, otras tantas ya están llenas de cabros chicos, por lo que en teoría me encuentro en la mitad, no aumento completamente los porcentajes de uno u otro grupo. ¿A quién le hago caso? ¿A mi familia, a mi corazón o a las estadísticas?

Siendo sincera no estoy enamorada, pero sí hay alguien que me mueve el piso de forma casi grave, eso sí, entre él y yo hay un mar de diferencias. Mientras yo, si él quisiera, podría darle el mundo, él se dedica a mirar al lado, hacerse el loco y aplicar la tontería con tal de evitar la seriedad en nuestras conversaciones.

No quiero creer que sea por culpa de él que estoy como tonta escribiéndoles esto, pero creo que ya es tiempo de ponerme seria y hacerle caso a mi corazón.

Ya no quiero seguir frecuentando lugares llenos de parejas y escuchar el típico “¿Espera a alguien?”, ver como por mi lado pasan tortolitos de la mano y eso de escuchar a mis amigas lo felices que son con su conquista de turno.

Quiero algo en serio, no esos pololeos quinceañeros que en nada vienen a aportar a mi vida, quiero que llamen en las mañanas sólo para decirme, “Hola ¿cómo estás?”.

En conclusión, mis queridos lectores, mi meta desde hoy es dejar de pertenecer al grupo de los solteros empedernidos. Ya no más mi discurso que estando sola lo paso mejor.

¡Currículos aquí!

Adiós

viernes, 20 de mayo de 2011

mi madre, mi libertad y mi emiliana (quinta columna oficial)

Hay aires de celebración, los supermercados, las tiendas y la tele están llenas de rosas, promociones y fotos de modelos con niños que no son sus hijos. Pero, sin embargo, caemos en esa vorágine de frases lindas y terminamos comprando más regalos que para navidad, para todas las madres que conocemos.

Y como todos mis lectores saben, soy hija y también mamá. Hoy les contaré sobre eso.

No me crié con mi vieja, por cosas de la vida se tuvo que ir con mi padre a Santiago. Él sufrió un grave accidente por lo que debió pasar largo tiempo hospitalizado y en rehabilitación, yo me quedé en Iquique con mi abuela y ella llegó cuando yo tenía 6 años. Tenía una forma de vida, conceptos e ideas súper distintas a las de ella, no me interesaba mucho lo que tuviera que decir, no le hacía mucho caso, prefería estar más con mi abuela. Con los años las cosas cambiarían.

Quizás esa distancia con ella, hicieron qu fuera súper independiente, desapegada de la familia. A los 13 años fui a vivir con unos tíos a la cuarta región, regresé a los seis meses pero no precisamente porque extrañara mi casa.

La relación con mi mamá cambió cómo a los 16, aunque suene cursi y ultra trillado, viví el EJE (sí, ese mismo que “tenís que vivirlo”), ahí la relación pasó a ser más de amigas. Yo no vivía con ella, así que la confianza era mayor. Le confié casi todos mis secretos (Una es joven, no puede contar todas sus cosillas).

Creo que a ambas siempre nos afectó esa distancia que sin querer se formaba entre nosotras, ella tenía su mundo aparte con mis hermanas chicas y yo tenía un espíritu aventurero y no podía estar en un solo lugar sin aburrirme rápidamente. Ejemplo de ello es que al salir del colegio fui a estudiar a una universidad en Antofagasta (De haber tenido más recursos, habría ido más lejos). Tenía 18 años y creía que era la dueña del mundo.

Desde ahí en adelante me hice amiga de los viajes, cada vez que podía regresaba a casa a ver a mis amigos y mi familia. En ese tiempo la relación con mi vieja se hizo más estrecha. Lloraba cuando la dejaba en el terminal de buses con esa carita de pena. Era su hija mayor, su orgullo, su penita.

No habían pasado ni 3 años desde que me había ido, según yo, para siempre de Iquique, cuando nos enteramos que mi mamá tenía cáncer de ovarios. No recuerdo bien la sensación que tuve, lo único que recuerdo es que sentí la necesidad de volver. Mis hermanas aún eran chicas y no podía dejarlas vivir todo esto solas.

Dentro de la preocupación de la enfermedad de mi mamá, seguía vanagloriándome de mi libertad de tomar mis trapos y mandarme a cambiar donde quisiera. Siempre se lo decía a mis hermanas que ya eran mamás antes que yo. Tengo los mejores recuerdos de cuando fui a Antofa a ver aDos Minutos con mi mejor amigo. Fue un fin de semana del terror.

Pero la libertad llegó a su fin abruptamente. En octubre de 2007 Andrés (el que te visita cada mes) no apareció. La posibilidad de un embarazo era la última dentro de todas las posibles causas del retraso. Con el pasar de los días, un examen de sangre confirmó mis más imposibles sospechas, tenía dos meses de embarazo y el padre de la criatura era mi ex. Brígido.

Meses después nació la Emiliana, una rubia maravillosa, con su llegada esa libertad tan mía se fue a las pailas, no podía ni ir al baño porque me necesitaba a toda hora. A las semanas del nacimiento de la Emi, mi mamá volvió a enfermarse. Quizás esperó a que naciera mi hija, quizás la enfermedad se manifestó justo en ese momento; lo único que sé, es que de un día para otro me convertí en madre e hija a tiempo completo.

Costó mucho eso de tener que cuidar a mi hija y a mi mamá, muchas veces me enojaba con la vida por lo injusta que estaba siendo conmigo. Reconozco que soy muy apegada a Dios, y en ese tiempo mis oraciones iban siempre enfocadas a que se durmiera una para pasar tiempo con la otra. A una la tendría muchos años conmigo, a la otra el cáncer le estaba quitando la vida.

Cuando le conté a mi mamá que estaba esperando a la Emi se enojó muchísimo, no entendía por qué una vez más se repetía la historia. Tiempo después, cuando la enfermedad la consumía, dijo una frase que nunca olvidaré: “Ya sé porque la Emi llegó a nuestras vidas… para que no te quedes solita cuando yo me vaya”. Lloré toda la noche abrazada a mi pequeñita.

El mismo día en que mi hija cumplía 4 meses de vida, mi vieja, luego de una agonía de 3 días, perdía la pelea contra un cáncer que la acosó durante 4 largos años. Hasta ese día mantuve la esperanza de un milagro, desde ese día mantengo la esperanza de volverla a ver algún día.

De ella no tengo ningún recuerdo material, sólo guardo en mi corazón la alegría de haber estado con ella hasta el final y la pena de no haberla aprovechado mejor, por culpa de esas ansias de libertad. También atesoro tantas vivencias de cuando ella, siendo padre y madre a la vez, se las ingeniaba para trabajar, hacer las tareas con mis hermanas y hacer deporte.

Ya sin mi mamá y con la Emi aún pequeña, mis alas fueron perdiendo fuerza. Creí que nunca más podría hacer las cosas que hacía antes, eso de escapar cada vez que podía, eso de vivir al límite. Ahora vivía, pero por alguien más. De a poco comprendí que la Emi me necesitaba y era una fuente de amor inagotable, que siempre estaría conmigo.

Crecí junto con ella, aprendimos a conocernos, a entendernos y sobre todo aprendí a amarla como una prolongación de mí. Así con el pasar de los años, hoy en que está a pocos meses de cumplir 3 años, redescubrí en ella mi libertad.

Con ella soy libre de criar a mi manera, bajo mis reglas, con mis principios y valores. Soy libre de tomarme una cerveza o dormirme temprano si quiero. Somos libres de escaparnos de esta ciudad cada vez que podemos. Soy libre de elegir seguir siendo madre soltera, porque me fue impuesto por la vida hace 4 años atrás y hoy quiero que ese estatus no cambie.

Porque fui hija libre, hija dedicada, madre a tiempo completo y hoy comparto mi libertad con una hermosa hija; puedo decirles que no hay arrepentimientos por lo realizado, que no es una tortura reconocer que soy madre soltera, porque tengo un pedacito de mí que me acompaña en todo momento, me sigue en todas mis aventuras, es mi cómplice y mi cable a tierra. Gracias a ella hoy puedo decirme “Felicidades”.

A través de esta columna quiero extender un saludo a todas las lectoras que al igual que yo, disfrutan la dicha de ser madre, a mis hermanas, tias, amigas y a esa señora que desde el cielo mira orgullosa, feliz porque sus enseñanzas al fin dan buenos frutos. Mamita, al fin aprendí lo que sin palabras me trataste de enseñar. Feliz día allá en el cielo.

de ti (cuarta columna oficial)

Hoy, buscando inspiración para escribir, apareció él, aunque en realidad ha estado presente muchas veces en mi día, al medio día por teléfono mientras hacía trámites en el centro, en el mensaje para decirle que estaba conectada, cuando dijo que escribiera sobre él y … debo reconocerlo, muchas veces mientras contaba los días para su regreso.

No, no es mi pololo, mi marido ni mi amante. Es simplemente un amigo, esos amigos con derechos que una tiene a veces, pero éste tiene una historia ¿Se las cuento?

Desde ya advierto que no es un cuento de hadas, no llegó en un carruaje tirado por caballos y yo no caí desmayada en sus brazos. Pero sin aún conocerlo, me había encantado con pequeños detalles, palabras bonitas. Igual sabía que sería súper difícil conocerlo en persona (nota para el lector: Lo conocí vía red social, para más información sobre este tipo de contactos, lea mi columna anterior), pero las cosas a veces pasan nomás y nos encontramos, fue loco porque desde que nos saludamos, no nos separamos más en toda la noche. Y ¡qué noche! En una rápida determinación terminamos juntos en un motel (de esos sin jacuzzi), no voy a entrar en detalles de cómo lo pasamos, sólo puedo resumirlo en un ¡FANTASTICO!. También lo fue despertar con él, reírnos de nuestras caras de sueño y la despedida.

Luego de eso, la agenda de ambos (más la de él hay que decirlo) se llenó de cosas que hacer, y de vernos, ni la más mínima posibilidad, hasta que un día aceptó una invitación a almorzar. El encontró súper rico el almuerzo, para mí, un fiasco gastronómico (arroz con salchichas), ahí me di cuenta que la flor, si la hubo, había muerto. No pasaron muchos días hasta el típico “no eres tú, soy yo”, y me dijo diplomáticamente que no estaba envolá de relaciones, seguro que yo sí. Pero al menos fue súper honesto, y mantuvimos la comunicación.

Y así como que no quiere la cosa, en el contexto de conversaciones mediashornies, comenzamos a llenarnos de indirectas y planificar encuentros. Pero nuevamente, el tiempo y nuestras agendas sólo permitieron una noche más. Nunca había recorrido tantos moteles en busca de una habitación disponible, estábamos contra el tiempo. Terminamos nuestra aventura en uno de esos en que también trabajan las chicocas de celular. Pero que importaba, si estábamos en lo nuestro. Ese si fue el mejor polvo. Y la conversa de después también, conversamos de lo humano y lo divino. Con el tiempo él diría que fue algo así como de pololos. No lo sé.

Con el pasar de los días las cosas se pusieron re tontas entre los dos. El llamaba tarde y a mí me cargaba porque si quería verme, que llamara antes, varias veces apagué el celular (¡¡perra!!), con el tiempo llegó el momento en que pidió que no lo llamara más. Debo reconocer también que lo llamaba tardísimo.

Yo siempre supe que él se iría, entonces no me importaba enojarme, total así de una me dejaba de gustar, pero por más que queríamos acabar con todo, comenzábamos de nuevo a hablar. Me llamó cuando quedó sin trabajo y yo en el mío con ganas de ir a consolarlo, decirle que estaba ahí para apoyarlo. Pero era muy caída del catre, si tampoco quería mostrar la hilacha y me las di de amiga preocupada, nada más.

Y llegó el momento en que se iba de la ciudad, según el for-ever, le pedí que no perdiéramos el contacto, que “era un buen amigo”, y ahí le solté que lo quería igual su resto. Mal. “Todo lo que diga puede ser usado en mi contra”.

Así quizás con esa confesión, quizás con la distancia (aunque creo que fueron unos cuantos tragos demás) vinieron las llamadas, las palabras bonitas por MSN y uno que otro “te quiero”, que a media voz dice cuando le corto el celular. Y aquí mi más grande divagación: lo echo de menos, quiero que regrese y retomemos la aventura que nos propusimos en ese motel de mala muerte, donde lo pasamos tan bien.

No sé si quiero algo serio, no sé si quiero una aventura, sólo sé que quiero tenerlo a mi lado, con arrumacos, palabras lindas (Portman, no eres mi ejemplo a seguir, a pesar que fuiste notable con Ashton) y uno que otro paseito romántico por la playa. ¿Será mucho pedir?

Te lo dije Mr. S. esta columna no era para ti, es DE TI.

(Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia)