Mi propio espacio para decir lo que pienso, acerca de muchas cosas ... y lo mejor, sin censura!!!

viernes, 20 de mayo de 2011

mi madre, mi libertad y mi emiliana (quinta columna oficial)

Hay aires de celebración, los supermercados, las tiendas y la tele están llenas de rosas, promociones y fotos de modelos con niños que no son sus hijos. Pero, sin embargo, caemos en esa vorágine de frases lindas y terminamos comprando más regalos que para navidad, para todas las madres que conocemos.

Y como todos mis lectores saben, soy hija y también mamá. Hoy les contaré sobre eso.

No me crié con mi vieja, por cosas de la vida se tuvo que ir con mi padre a Santiago. Él sufrió un grave accidente por lo que debió pasar largo tiempo hospitalizado y en rehabilitación, yo me quedé en Iquique con mi abuela y ella llegó cuando yo tenía 6 años. Tenía una forma de vida, conceptos e ideas súper distintas a las de ella, no me interesaba mucho lo que tuviera que decir, no le hacía mucho caso, prefería estar más con mi abuela. Con los años las cosas cambiarían.

Quizás esa distancia con ella, hicieron qu fuera súper independiente, desapegada de la familia. A los 13 años fui a vivir con unos tíos a la cuarta región, regresé a los seis meses pero no precisamente porque extrañara mi casa.

La relación con mi mamá cambió cómo a los 16, aunque suene cursi y ultra trillado, viví el EJE (sí, ese mismo que “tenís que vivirlo”), ahí la relación pasó a ser más de amigas. Yo no vivía con ella, así que la confianza era mayor. Le confié casi todos mis secretos (Una es joven, no puede contar todas sus cosillas).

Creo que a ambas siempre nos afectó esa distancia que sin querer se formaba entre nosotras, ella tenía su mundo aparte con mis hermanas chicas y yo tenía un espíritu aventurero y no podía estar en un solo lugar sin aburrirme rápidamente. Ejemplo de ello es que al salir del colegio fui a estudiar a una universidad en Antofagasta (De haber tenido más recursos, habría ido más lejos). Tenía 18 años y creía que era la dueña del mundo.

Desde ahí en adelante me hice amiga de los viajes, cada vez que podía regresaba a casa a ver a mis amigos y mi familia. En ese tiempo la relación con mi vieja se hizo más estrecha. Lloraba cuando la dejaba en el terminal de buses con esa carita de pena. Era su hija mayor, su orgullo, su penita.

No habían pasado ni 3 años desde que me había ido, según yo, para siempre de Iquique, cuando nos enteramos que mi mamá tenía cáncer de ovarios. No recuerdo bien la sensación que tuve, lo único que recuerdo es que sentí la necesidad de volver. Mis hermanas aún eran chicas y no podía dejarlas vivir todo esto solas.

Dentro de la preocupación de la enfermedad de mi mamá, seguía vanagloriándome de mi libertad de tomar mis trapos y mandarme a cambiar donde quisiera. Siempre se lo decía a mis hermanas que ya eran mamás antes que yo. Tengo los mejores recuerdos de cuando fui a Antofa a ver aDos Minutos con mi mejor amigo. Fue un fin de semana del terror.

Pero la libertad llegó a su fin abruptamente. En octubre de 2007 Andrés (el que te visita cada mes) no apareció. La posibilidad de un embarazo era la última dentro de todas las posibles causas del retraso. Con el pasar de los días, un examen de sangre confirmó mis más imposibles sospechas, tenía dos meses de embarazo y el padre de la criatura era mi ex. Brígido.

Meses después nació la Emiliana, una rubia maravillosa, con su llegada esa libertad tan mía se fue a las pailas, no podía ni ir al baño porque me necesitaba a toda hora. A las semanas del nacimiento de la Emi, mi mamá volvió a enfermarse. Quizás esperó a que naciera mi hija, quizás la enfermedad se manifestó justo en ese momento; lo único que sé, es que de un día para otro me convertí en madre e hija a tiempo completo.

Costó mucho eso de tener que cuidar a mi hija y a mi mamá, muchas veces me enojaba con la vida por lo injusta que estaba siendo conmigo. Reconozco que soy muy apegada a Dios, y en ese tiempo mis oraciones iban siempre enfocadas a que se durmiera una para pasar tiempo con la otra. A una la tendría muchos años conmigo, a la otra el cáncer le estaba quitando la vida.

Cuando le conté a mi mamá que estaba esperando a la Emi se enojó muchísimo, no entendía por qué una vez más se repetía la historia. Tiempo después, cuando la enfermedad la consumía, dijo una frase que nunca olvidaré: “Ya sé porque la Emi llegó a nuestras vidas… para que no te quedes solita cuando yo me vaya”. Lloré toda la noche abrazada a mi pequeñita.

El mismo día en que mi hija cumplía 4 meses de vida, mi vieja, luego de una agonía de 3 días, perdía la pelea contra un cáncer que la acosó durante 4 largos años. Hasta ese día mantuve la esperanza de un milagro, desde ese día mantengo la esperanza de volverla a ver algún día.

De ella no tengo ningún recuerdo material, sólo guardo en mi corazón la alegría de haber estado con ella hasta el final y la pena de no haberla aprovechado mejor, por culpa de esas ansias de libertad. También atesoro tantas vivencias de cuando ella, siendo padre y madre a la vez, se las ingeniaba para trabajar, hacer las tareas con mis hermanas y hacer deporte.

Ya sin mi mamá y con la Emi aún pequeña, mis alas fueron perdiendo fuerza. Creí que nunca más podría hacer las cosas que hacía antes, eso de escapar cada vez que podía, eso de vivir al límite. Ahora vivía, pero por alguien más. De a poco comprendí que la Emi me necesitaba y era una fuente de amor inagotable, que siempre estaría conmigo.

Crecí junto con ella, aprendimos a conocernos, a entendernos y sobre todo aprendí a amarla como una prolongación de mí. Así con el pasar de los años, hoy en que está a pocos meses de cumplir 3 años, redescubrí en ella mi libertad.

Con ella soy libre de criar a mi manera, bajo mis reglas, con mis principios y valores. Soy libre de tomarme una cerveza o dormirme temprano si quiero. Somos libres de escaparnos de esta ciudad cada vez que podemos. Soy libre de elegir seguir siendo madre soltera, porque me fue impuesto por la vida hace 4 años atrás y hoy quiero que ese estatus no cambie.

Porque fui hija libre, hija dedicada, madre a tiempo completo y hoy comparto mi libertad con una hermosa hija; puedo decirles que no hay arrepentimientos por lo realizado, que no es una tortura reconocer que soy madre soltera, porque tengo un pedacito de mí que me acompaña en todo momento, me sigue en todas mis aventuras, es mi cómplice y mi cable a tierra. Gracias a ella hoy puedo decirme “Felicidades”.

A través de esta columna quiero extender un saludo a todas las lectoras que al igual que yo, disfrutan la dicha de ser madre, a mis hermanas, tias, amigas y a esa señora que desde el cielo mira orgullosa, feliz porque sus enseñanzas al fin dan buenos frutos. Mamita, al fin aprendí lo que sin palabras me trataste de enseñar. Feliz día allá en el cielo.

de ti (cuarta columna oficial)

Hoy, buscando inspiración para escribir, apareció él, aunque en realidad ha estado presente muchas veces en mi día, al medio día por teléfono mientras hacía trámites en el centro, en el mensaje para decirle que estaba conectada, cuando dijo que escribiera sobre él y … debo reconocerlo, muchas veces mientras contaba los días para su regreso.

No, no es mi pololo, mi marido ni mi amante. Es simplemente un amigo, esos amigos con derechos que una tiene a veces, pero éste tiene una historia ¿Se las cuento?

Desde ya advierto que no es un cuento de hadas, no llegó en un carruaje tirado por caballos y yo no caí desmayada en sus brazos. Pero sin aún conocerlo, me había encantado con pequeños detalles, palabras bonitas. Igual sabía que sería súper difícil conocerlo en persona (nota para el lector: Lo conocí vía red social, para más información sobre este tipo de contactos, lea mi columna anterior), pero las cosas a veces pasan nomás y nos encontramos, fue loco porque desde que nos saludamos, no nos separamos más en toda la noche. Y ¡qué noche! En una rápida determinación terminamos juntos en un motel (de esos sin jacuzzi), no voy a entrar en detalles de cómo lo pasamos, sólo puedo resumirlo en un ¡FANTASTICO!. También lo fue despertar con él, reírnos de nuestras caras de sueño y la despedida.

Luego de eso, la agenda de ambos (más la de él hay que decirlo) se llenó de cosas que hacer, y de vernos, ni la más mínima posibilidad, hasta que un día aceptó una invitación a almorzar. El encontró súper rico el almuerzo, para mí, un fiasco gastronómico (arroz con salchichas), ahí me di cuenta que la flor, si la hubo, había muerto. No pasaron muchos días hasta el típico “no eres tú, soy yo”, y me dijo diplomáticamente que no estaba envolá de relaciones, seguro que yo sí. Pero al menos fue súper honesto, y mantuvimos la comunicación.

Y así como que no quiere la cosa, en el contexto de conversaciones mediashornies, comenzamos a llenarnos de indirectas y planificar encuentros. Pero nuevamente, el tiempo y nuestras agendas sólo permitieron una noche más. Nunca había recorrido tantos moteles en busca de una habitación disponible, estábamos contra el tiempo. Terminamos nuestra aventura en uno de esos en que también trabajan las chicocas de celular. Pero que importaba, si estábamos en lo nuestro. Ese si fue el mejor polvo. Y la conversa de después también, conversamos de lo humano y lo divino. Con el tiempo él diría que fue algo así como de pololos. No lo sé.

Con el pasar de los días las cosas se pusieron re tontas entre los dos. El llamaba tarde y a mí me cargaba porque si quería verme, que llamara antes, varias veces apagué el celular (¡¡perra!!), con el tiempo llegó el momento en que pidió que no lo llamara más. Debo reconocer también que lo llamaba tardísimo.

Yo siempre supe que él se iría, entonces no me importaba enojarme, total así de una me dejaba de gustar, pero por más que queríamos acabar con todo, comenzábamos de nuevo a hablar. Me llamó cuando quedó sin trabajo y yo en el mío con ganas de ir a consolarlo, decirle que estaba ahí para apoyarlo. Pero era muy caída del catre, si tampoco quería mostrar la hilacha y me las di de amiga preocupada, nada más.

Y llegó el momento en que se iba de la ciudad, según el for-ever, le pedí que no perdiéramos el contacto, que “era un buen amigo”, y ahí le solté que lo quería igual su resto. Mal. “Todo lo que diga puede ser usado en mi contra”.

Así quizás con esa confesión, quizás con la distancia (aunque creo que fueron unos cuantos tragos demás) vinieron las llamadas, las palabras bonitas por MSN y uno que otro “te quiero”, que a media voz dice cuando le corto el celular. Y aquí mi más grande divagación: lo echo de menos, quiero que regrese y retomemos la aventura que nos propusimos en ese motel de mala muerte, donde lo pasamos tan bien.

No sé si quiero algo serio, no sé si quiero una aventura, sólo sé que quiero tenerlo a mi lado, con arrumacos, palabras lindas (Portman, no eres mi ejemplo a seguir, a pesar que fuiste notable con Ashton) y uno que otro paseito romántico por la playa. ¿Será mucho pedir?

Te lo dije Mr. S. esta columna no era para ti, es DE TI.

(Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia)

el amor en los tiempos de facebook (tercera columna oficial)

Cómo han cambiado los tiempos. Recuerdo de pequeña haber hurgueteado en las cosas de mi madre para leer las cartas de amor que se escribía con mi papá. Y obvio también se me vienen a la mente las tantas cartas que escribí y otras pocas que recibí. Sin dejar de lado, por supuesto, las clásicas hojas de cuaderno en donde nos intercambiábamos teléfonos y direcciones.

Hoy, esto del amor adolece de cierto grado de flojera. Tenemos al susodicho al otro lado de la pantalla, a sólo un clic de distancia. Ya no tenemos que esperar todo ese tiempo en descubrir cómo hacerle llegar nuestras misivas, y la incertidumbre de si las leía o no, para luego esperar otro tiempo enorme en que la respuesta llegara.

¿Recuerdan cómo era conocer al niño que te gustaba? Siempre tratando de hacerte amiga del amigo, de la hermana, o de alguien cercano a quien decirle la típica frase “preséntamelo” o para peor “hazme gancho con él”.

Conocer alguien, en pleno siglo XXI, es mucho más sencillo. Para esto tienes dos posibilidades:

1.- Si logras hablar con él y cruzar un par de palabras, puedes llegar a pedirle su celular y su “Messenger”, esa herramienta, muchas veces sacadora de apuros, pero también útil para conversar con quien te quita el sueño.

2.- Si eres más bien tímido, basta con escribir su nombre en nuestra red social favorita, Facebook, para saber primero si tienen amigos en común (dato clave que sirve como excusa del por qué lo agregaste de “amigo”), para iniciar una inocente amistad y luego, quién sabe, algo más.

Si ya lo tienes en facebook, no creas que será ardua la tarea de saber si está con alguien o no. La primera información que podemos obtener es si está soltero o se encuentra en una relación. Aquí quiero detenerme en una pequeña reflexión ¿Cuál es la diferencia entre una relación “abierta” y una “complicada”? Facebook fomenta el dichoso ponceo y las relaciones tortuosas!!

Pero si aún en estos tiempos les es difícil conocer gente, les invito a probar los nunca mal ponderados sitios de citas. En los que te creas un perfil, siempre exagerando tus atributos personales, subiendo un par de fotos, siempre las que más te favorecen y con acceso al perfil de muchos solteros que, al igual que tú, han alterado un poquito la realidad de sus cualidades. No te sorprendas si al final del día te encuentras con comentarios como “cosita”, “hermosa”, “preciosura” o “eres única”, en tus fotos. Recuerda que al igual que tú, son personas con una percepción un poco distinta de la realidad y con ganas enormes de llenar su soledad real, creyendo que pueden llegar a tener una relación de verdad.

Se preguntarán cuál es mi herramienta favorita para conocer gente, y si bien me reconozco fanática de las redes sociales, con un Facebook totalmente activo y una cuenta de Twitter a la que estoy conectada todo el día, a mi amor platónico lo conocí, como dice una amiga, primero en 3D, en vivo y en directo, pero también lo tengo en msn y facebook.

Al final de todo, independiente de la forma que tengan de conocer a gente del sexo opuesto, el paso que hemos dado desde esas cartas con corazones de colores que guardaba mi mamá, hasta hoy, en que todo lo sabemos en cuanto nos conectamos al Internet, es irreversible. El amor también se actualiza. Me gusta!!